un cementerio de aldea

parece un campo sembrado

con granos de calaveras.

Y han florecido cipreses

como gigantes cabezas

que con órbitas vacías

y verdosas cabelleras,

pensativos y dolientes

el horizonte contemplan.

¡Abril divino, que vienes

cargado de sol y esencias,

llena con nidos de oro

las floridas calaveras!

CANCIÓN MENOR

Diciembre de 1918. ( Granada.)

Tienen gotas de rocío

las alas del ruiseñor,

gotas claras de la luna

cuajadas por su ilusión.

Tiene el mármol de la fuente

el beso del surtidor,

sueño de estrellas humildes.

Las niñas de los jardines

me dicen todas adiós

cuando paso. Las campanas

también me dicen adiós.

Y los árboles se besan

en el crepúsculo. Yo

voy llorando por la calle,

grotesco y sin solución,

con tristeza de Cyrano

y de Quijote, redentor

de imposibles infinitos

con el ritmo del reloj.

Y veo secarse los lirios

al contacto de mi voz

manchada de luz sangrienta,

y en mi lírica canción

llevo galas de payaso

empolvado. El amor

bello y lindo se ha escondido

bajo una araña. El sol

como otra araña me oculta

con sus patas de oro. No

conseguiré mi ventura,

pues soy como el mismo Amor,

cuyas flechas son de llanto,

y el carcaj el corazón.

Daré todo a los demás

y lloraré mi pasión

como niño abandonado

en cuento que se borró.

ELEGIA A DOÑA JUANA LA LOCA

Diciembre de 1918 . (Granada.)

A Melchor Fernández Almagro.

Princesa enamorada sin ser correspondida.

Clavel rojo cn un valle profundo y desolado.

La tumba que te guarda rezuma tu tristeza

a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.

Eras una paloma con alma gigantesca

cuyo nido fue sangre del suelo castellano,

derramaste tu fuego sobre un cáliz de nieve

y al querer alentarlo tus alas se troncharon.

Soñabas que tu amor fuera como el infante

que te sigue sumiso recogiéndo tu manto.

Y en vez de flores, versos y collares de perlas,

te dio la Muerte rosas marchitas en un ramo.

Tenías en el pecho la formidable aurora

de Isabel de Segura. Melibea. Tu canto

como alondra que mira quebrarse el horizonte

se torna de repente monótono y amargo.

Y tu grito estremece los cimientos de Burgos

y oprime la salmodia del coro cartujano,

y choca con los ecos de las lentas campanas

perdiéndose en la sombra tembloroso y rasgado.

Tenías la pasión que da el cielo de España,

la pasión del puñal, de la ojera y el llanto.

¡Oh princesa divina de crepúsculo rojo

con la rueca de hierro y de acero lo hilado!

Nunca tuviste el nido, ni el madrigal doliente

ni el laúd juglaresco que solloza lejano.

Tu juglar fue un mancebo con escamas de plata

y un eco de trompeta su acento enamorado.

Y sin embargo, estabas para el amor formada,

hecha para el suspiro, el mimo y el desmayo,

para llorar tristezas sobre el pecho querido

deshojando una rosa de olor entre los labios.

Para mirar la luna bordada sobre el río

y sentir la nostalgia que en sí lleva el rebaño

y mirar los eternos jardines de la sombra,

¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!

¿Tienes los ojos negros abiertos a la luz

o se enredan serpientes a tus senos exhaustos...?

¿Dónde fueron tus besos lanzados a los vientos?

¿Dónde fue la tristeza de tu amor desgraciado?

En el cofre de plomo, dentro de to esqueleto,

tendrás el corazón partido en mil pedazos.

Y Granada te guarda como santa reliquia,

¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!

Eloísa y Julieta fueron dos margaritas

pero tú fuiste un rojo clavel ensangrentado

que vino de la tierra dorada de Castilla,

a dormir entre nieve y cipresales castos.

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,

los cipreses tus cirios, la sierra tu retablo.

Un retablo de nieve que mitigue tus ansias,

¡con el agua que pasa junto a ti! ¡La del Dauro!

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,

la de las torres viejas y del jardín callado,

la de la yedra muerta sobre los muros rojos,

la de la niebla azul y el arrayán romántico.

Princesa enamorada y mal correspondida.

Clavel rojo en un valle profundo y desolado.

La tumba que te guarda rezuma to tristeza

a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.

¡CIGARRA!

3 de agosto de 1918. ( Fuente Vaqueros, Granada.)

A Maria Luisa.

¡Cigarra!

¡Dichosa tú!,

que sobre el lecho de tierra

mueres borracha de luz.

Tú sabes de las campiñas

el secreto de la vida,

y el cuento del hada vieja

que nacer hierba sentía

en ti quedóse guardado.

¡Cigarra!

¡Dichosa tú!,

pues mueres bajo la sangre

de un corazón todo azul.

La luz es Dios que desciende

y el sol

brecha por donde se filtra.

¡Cigarra!

¡Dichosa tú!,

pues sientes en la agonía

todo el peso del azul.

Todo lo vivo que pasa

por las puertas de la muerte

va con la cabeza baja

y un aire blanco durmiente.

Con habla de pensamiento.

Sin sonidos...

Tristemente,

cubierto con el silencio

que es el manto de la muerte

Mas tú, cigarra encantada,

derramando son te mueres

y quedas transfigurada

en sonido y luz celeste.

¡Cigarra!

¡Dichosa tú!,

pues te envuelve con su manto

el propio Espíritu Santo,

que es la luz.

¡Cigarra!

Estrella sonora

sobre los campos dormidos,

vieja amiga de las ranas

y de los oscuros grillos,

tienes sepulcros de oro

en los rayos tremolinos

del sol que dulce te hiere

en la fuerza del estío,

y el sol se lleva tu alma

para hacerla luz.

Sea mi corazón cigarra

sobre los campos divinos.

Que muera cantando lento

por el cielo azul herido

y cuando esté ya expirando

una mujer que adivino

lo derrame eon sus manos

por el polvo.

Y mi sangre sobre el campo

sea rosado y dulce limo

donde claven sus azadas

los cansados campesinos.

¡Cigarra!

¡Dichosa tú!,

pues te hieren las espadas invisibles