Y tampoco en el frente estaria fuera de peligro. Los historiadores aun se preguntan si el emperador Gordiano, tercero de este nombre, un adolescente que guerreaba al norte de Mesopotamia, fue herido de muerte por algun tirador mercenario a sueldo de los sasanidas o por orden de su prefecto del Pretorio, Marco Julio Filipo. En todo caso, fue a este ultimo a quien los rumores de la Urbs imputaron el crimen, lo que hacia de el, segun las costumbres constitucionales de la epoca, el mas logico heredero del difunto. En la lista de los emperadores romanos aparece con el nombre de Filipo el Arabe, ya que habia nacido en el seno de una tribu nomada, en el lindero del desierto de Arabia. Una tribu que muy pronto se adhirio, segun parece, a la fe del Nazareno. El obispo Eusebio de Cesarea, historiador de la Iglesia, afirma que Filipo fue, mucho antes que Constantino, el primer emperador cristiano que acudia en secreto a las catacumbas y se confesaba con el comun de los penitentes; solo la fragilidad de su posicion a la cabeza del Imperio le habria impedido clamar en voz alta lo que se cuchicheaba tanto en los barrios bajos del otro lado del Tiber como en las avenidas del Capitolio.
Goberno cinco anos, del 244 al 249. Expresadas asi segun el tardio calendario cristiano, estas cifras son irrelevantes; hay que trasladarlas al romano para comprender su alcance. El ano 244 corresponde al 996 de la fundacion de Roma, y el 249 al ano 1001. Por lo tanto, el milenario de la Ciudad se celebro, con un fasto inaudito, bajo el augusto patronazgo de Filipo el Arabe. Colosales festejos, juegos de circo, desfiles y actos triunfales, sacrificios e incesantes celebraciones en las plazas publicas en torno a un tema pregonado incansablemente, quiza para conjurar la evidencia: la inmortalidad del Imperio y de su ley.
Un breve instante de reinado para ese enigmatico guerrero beduino, pero ?que instante!
Deseoso de saborearlo plenamente, queriendo presidir el mismo la organizacion del Milenario y preocupado igualmente por alejar a sus rivales y tener a raya a las turbulentas hordas godas, Filipo el Arabe necesitaba un largo respiro en el conflicto con los sasanidas, y asi envio a Ctesifonte a su propio hijo, que por aquel entonces tendria unos veinte anos.
Al recibir al emisario en la solemnidad imponente del salon del Trono, al oirle hablar en griego con prestancia, pero tambien con una especie de impaciencia juvenil, sobre su deseo de obtener una paz ilimitada, el rey de reyes penso primero en Armenia, que desde la epoca de los partos era el campo de enfrentamiento perpetuo entre Roma y Ctesifonte, ya que sus principes se veian obligados a maniobrar de manera lamentable entre los dos gigantes depredadores. Era en Armenia donde se situaba el astil de la balanza que provocaria el desempate entre el gran Imperio de Oriente y el de Occidente. Fue ella, pues, lo que Sapor exigio como precio de la paz.
El hijo de Filipo concedio todo y mas. Las legiones se retirarian de Armenia y la nobleza local seria invitada a aceptar, desde ese momento, la soberania del rey de reyes, con la esperanza de que el «basileus», como lo llamaba, «en su inconmensurable magnanimidad», no guardaria rencor a nadie por sus lealtades pasadas. Sapor asintio con un gesto condescendiente. Luego, moviendose con toda la lentitud que requeria su dignidad, cruzo los brazos, apoyando las manos en los hombros, senal en el de intensa reflexion. Si este arabe romano -se dijo- ha renunciado en algunos segundos a pretensiones seculares, es que esta dispuesto a pagar cara, muy cara, la paz que mendiga. Con el fin de sondearle mas, el sasanida se arriesgo a formular una peticion desmedida. Sin duda, el hijo del Cesar se ofenderia, pero eso le permitiria, a continuacion, trazar los limites de un acuerdo.
No queriendo implicar, de entrada, a su divina persona, ya que entonces no seria conveniente transigir en el menor detalle contencioso, Sapor hizo senas a su chambelan de que se acercara y le dicto al oido la postura que le encargaba expresar.
Armenia -dijo en substancia- no ha sido nunca para nosotros objeto de litigio. Si las legiones se retiraban de alli, no seria generosidad por su parte, sino simple prudencia, puesto que nuestros valientes ejercitos se estan preparando para restablecer por la espada nuestros derechos eternos sobre esa porcion indisputable de nuestros dominios. No, si el Cesar de Roma quiere realmente la paz, con corazon sincero y sin animo de engano, debe elegir la via que han seguido tantos otros reyes que han sabido obtener nuestra benevolencia.
El emisario espero, con su padham en la mano, a que el chambelan formulara la voluntad de su senor.
– Roma debera pagar todos los anos al divino Sapor, rey de reyes, hermano del Sol y de la Luna, soberano de Oriente y de Occidente, cien mil monedas de oro.
?Un tributo! ?El emperador romano pagaria al sasanida un tributo anual! ?Se convertiria en su vasallo, con el mismo titulo que el kan de los sacios, el gran chaman de los vertios o el marzpan de los gedrosios! El joven emisario enrojecio, se clavo las unas en las palmas de las manos y apreto con rabia en su puno el panuelo blanco, deseando tirarselo a la cara, como una bola arrugada, a aquel que acababa de insultarle. Los cortesanos contenian la respiracion, esperando ver al romano despedirse y correr a informar a su padre de la afrenta que le habia sido infligida. Pero el hijo de Filipo no se movio de su sitio, abrio el puno y sus mejillas se fueron descongestionando hasta el punto de perder todo el color. Supo recuperar la compostura y se esforzo, incluso, en simular una sonrisa. Y cuando, al cabo de unos interminables segundos de silencio, salieron de su boca algunas frases coherentes, no intento rechazar el principio de un tributo, sino que se limito a negociar la cantidad y las modalidades de pago.
Sapor no osaba dar credito a sus oidos. Imputo todo este episodio incongruente a la inexperiencia del emisario. No cabia la menor duda de que este seria sermoneado y luego desautorizado cuando regresara junto a su padre.
Y sin embargo, no sucedio asi. Filipo pagaria. Todos los anos y la suma convenida. Tomaria la precaucion de que el oro lo llevara una caravana de hombres de su tribu, a fin de que el nombre de Roma y el uniforme de sus legionarios no estuvieran expuestos a la humillacion. Despues de guardar asi las apariencias y en cuanto se celebro su entronizacion, hizo publicar un edicto en virtud del cual se otorgaba, ademas de los titulos de imperator y de augustus, el de persicus maximus, «gran vencedor de los persas».
Evidentemente, Sapor no supo una palabra de aquellas fanfarronadas y al dia siguiente de la tregua estaba exultante. Si alguna vez habia tenido dudas sobre su glorioso destino, estas se habian disipado. Nada le impedia ya pensar que habia sido designado desde siempre por la Providencia para gobernar a todas las criaturas. ?Como se le podria censurar? ?Que mas habria podido esperar que ser el soberano de su unico rival? Cada ano, en invierno, cuando llegaba la caravana que transportaba hasta Ctesifonte el oro de la sumision romana, se observaban tres dias de fiesta, en los templos se ofrecian sacrificios y se distribuian tinajas enteras de viveres entre los necesitados. En la capital y luego en las provincias y en los reinos asociados, los pregoneros anunciaron a bombo y platillo la noticia, a fin de que todos la oyeran, desde el mas poderoso satrapa hasta el mas modesto jefe de pueblo.
Aquello aseguraba a Sapor la sumision de todos. ?Que mortal osaria hacer frente al hombre al que el Cesar de Roma pagaba tributo?
Seis
El rey de reyes parecia colmado, por mas que de cuando en cuando una palabra de cansancio revelara su creciente frustracion. Puesto que los romanos se mostraban hasta ese punto desamparados y vulnerables, ?no seria una ligereza por su parte contentarse con percibir un tributo cuando podria aniquilar de una vez por todas al enemigo moribundo? ?Por que dar tiempo a los romanos para recobrarse, perdiendo el mismo unos anos preciosos? Hacia tiempo que habia cumplido los cuarenta, ?esperaria a haber envejecido para lanzarse a la conquista de Occidente? Pero un pacto es un pacto y Sapor no era hombre que traicionara su palabra y su sello. El, cuya autoridad estaba hecha de mil juramentos de fidelidad, cometeria un error si diera semejante ejemplo de felonia.
Su dilema parecio resuelto el dia en que se entero de la muerte de Filipo, asesinado por sus legiones sublevadas, como solia suceder, al mismo tiempo que su hijo, sus colaboradores y un gran numero de cristianos, acusados de haberle apoyado.
Sapor convoco a los principales dignatarios del Imperio sasanida y a algunos buenos consejeros y les pidio que se expresaran libremente con respecto al camino que se debia seguir. El primero en agitar su padham fue Kirdir.
– Nuestro Senor -dijo- ha demostrado una generosidad extrema hacia los romanos. El, cuyos ejercitos victoriosos habrian podido humillar a los infieles y aniquilar su Imperio ha dado pruebas de una paciencia, de una bondad y de un escrupulo moral que le honran, pero que nuestros enemigos no merecen. Hubo un pacto entre nuestro senor y el cesar Filipo. Si este ultimo lo cumplio no fue por sentido del honor, sino por pura falacia y por el terror que le inspiraba el poderio de la divina dinastia. Ahora que Filipo ha vuelto a las Tinieblas de Ahriman, Roma va a poder apreciar nuestra justa colera, del mismo modo que durante demasiado tiempo aprecio nuestra magnanimidad.
Incluso envuelta en elogios, la critica con respecto a la politica que se habia seguido hasta entonces no se le escapo a nadie. Por otra parte, Kirdir no era el unico en opinar asi, puesto que todos los que intervinieron, ya fueran magos, principes o secretarios, recomendaron el recurso a las armas.
Aunque estuviera prohibido mirar a la persona del rey de reyes, unos y otros levantaban a veces un ojo furtivo para intentar juzgar sus sentimientos y su humor. No cabia la menor duda de que lo que decian los dignatarios coincidia con sus mas intimas preocupaciones. La guerra contra Roma se habia retrasado durante mucho tiempo, demasiado tiempo. Ahora se imponia, y se habia encontrado el motivo. El soberano se disponia a hablar buscando solamente las palabras adecuadas, ya que no queria dar la impresion de ceder a la conminacion del mago, cuando Mani, que hasta ese momento habia permanecido en la sombra, agito su panuelo. Apoyandose en el brazo derecho para levantarse del mullido cojin que le servia de asiento, comenzo por enumerar las ventajas que el rey de reyes habia obtenido «gracias a su habil politica de tregua», extendiendose sobre los anos de prosperidad que acababa de atravesar el Imperio sasanida y sobre el lugar preponderante que habia adquirido a los ojos de todas las naciones «el primero de los hombres». El preambulo era astuto, ya que atenuaba los remordimientos del soberano y le colocaba en una postura mas digna frente a todos los que le daban lecciones. Luego, Mani previno: