Luis Sepulveda

Historia De Una Gaviota Y El Gato Que La Enseno A Volar

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A mis hijos Sebastian, Max y Leon, los mejores tripulantes de mis suenos; al puerto de Hamburgo, porque alli subieron a bordo, y al gato Zorbas, por supuesto.

PRIMERA PARTE

1 Mar del Norte

– ?Banco de arenques a babor! -anuncio la gaviota vigia, y la bandada del Faro de la Arena Roja recibio la noticia con graznidos de alivio. Llevaban seis horas de vuelo sin interrupciones y, aunque las gaviotas piloto las habian conducido por corrientes de aires calidos que hicieron placentero el planear sobre el oceano, sentian la necesidad de reponer fuerzas, y que mejor para ello que un buen atracon de arenques. Volaban sobre la desembocadura del rio Elba, en el mar del Norte. Desde la altura veian los barcos formados uno tras otro, como si fueran pacientes y disciplinados animales acuaticos esperando turno para salir a mar abierto y orientar alli sus rumbos hacia todos los puertos del planeta.

A Kengah, una gaviota de plumas color plata, le gustaba especialmente observar las banderas de los barcos, pues sabia que cada una de ellas representaba una forma de hablar, de nombrar las mismas cosas con palabras diferentes.

– Que dificil lo tienen los humanos. Las gaviotas, en cambio, graznamos igual en todo el mundo -comento una vez Kengah a una de sus companeras de vuelo.

– Asi es. Y lo mas notable es que a veces hasta consiguen entenderse -grazno la aludida.

Mas alla de la linea de la costa, el paisaje se tornaba de un verde intenso. Era un enorme prado en el que destacaban los rebanos de ovejas pastando al amparo de los diques y las perezosas aspas de los molinos de viento.

Siguiendo las instrucciones de las gaviotas piloto, la bandada del Faro de la Arena Roja tomo una corriente de aire frio y se lanzo en picado sobre el cardumen de arenques. Ciento veinte cuerpos perforaron el agua como saetas y, al salir a la superficie, cada gaviota sostenia un arenque en el pico.

Sabrosos arenques. Sabrosos y gordos. Justamente lo que necesitaban para recuperar energias antes de continuar el vuelo hasta Den Helder, donde se les uniria la bandada de las islas Frisias.

El plan de vuelo tenia previsto seguir luego hasta el paso de Calais y el canal de la Mancha, donde serian recibidas por las bandadas de la bahia del Sena y Saint Malo, con las que volarian juntas hasta alcanzar el cielo de Vizcaya.

Para entonces serian unas mil gaviotas que, como una rapida nube de color plata, irian en aumento con la incorporacion de las bandadas de Belle Ille, Oleron, los cabos de Machichaco, del Ajo y de Penas. Cuando todas las gaviotas autorizadas por la ley del mar y de los vientos volaran sobre Vizcaya, podria comenzar la gran convencion de las gaviotas de los mares Baltico, del Norte y Atlantico.

Seria un bello encuentro. En eso pensaba Kengah mientras daba cuenta de su tercer arenque. Como todos los anos, se escucharian interesantes historias, especialmente las narradas por las gaviotas del cabo de Penas, infatigables viajeras que a veces volaban hasta las islas Canarias o las de Cabo Verde.

Las hembras como ella se entregarian a grandes festines de sardinas y calamares mientras los machos acomodarian los nidos al borde de un acantilado. En ellos pondrian los huevos, los empollarian a salvo de cualquier amenaza y, cuando a los polluelos les crecieran las primeras plumas resistentes, llegaria la parte mas hermosa del viaje: ensenarles a volar en el cielo de Vizcaya.

Kengah hundio la cabeza para atrapar el cuarto arenque, y por eso no escucho el graznido de alarma que estremecio el aire:

– ?Peligro a estribor! ?Despegue de emergencia!

Cuando Kengah saco la cabeza del agua se vio sola en la inmensidad del oceano.

2 Un gato grande, negro y gordo

– Me da mucha pena dejarte solo -dijo el nino acariciando el lomo del gato grande, negro y gordo. Luego continuo con la tarea de meter cosas en la mochila. Tomaba un casete del grupo Pur, uno de sus favoritos, lo guardaba, dudaba, lo sacaba, y no sabia si volver a meterlo en la mochila o dejarlo sobre la mesilla. Era dificil decidir que llevarse para las vacaciones y que dejar en casa. El gato grande, negro y gordo lo miraba atento, sentado en el alfeizar de la ventana, su lugar favorito.

– ?Guarde las gafas de nadar? Zorbas, ?has visto mis gafas de nadar? No. No las conoces porque no te gusta el agua. No sabes lo que te pierdes. Nadar es uno de los deportes mas divertidos. ?Unas galletitas? -ofrecio el nino tomando la caja de galletas para gatos.

Le sirvio una porcion mas que generosa, y el gato grande, negro y gordo empezo a masticar lentamente para prolongar el placer. ?Que galletas tan deliciosas, crujientes y con sabor a pescado!

Es un gran chico", penso el gato con la boca llena. "?Como que un gran chico? ?Es el mejor!", se corrigio al tragar.

Zorbas, el gato grande, negro y gordo, tenia muy buenas razones para pensar asi de aquel nino que no solo gastaba el dinero de su mesada en esas deliciosas galletas, sino que le mantenia siempre limpia la caja con gravilla donde aliviaba el cuerpo y lo instruia hablandole de cosas importantes.

Solian pasar muchas horas juntos en el balcon, mirando el incesante ajetreo del puerto de Hamburgo, y alli, por ejemplo, el nino le decia:

– ?Ves ese barco, Zorbas? ?Sabes de donde viene? Pues de Liberia, que es un pais africano muy interesante porque lo fundaron personas que antes eran esclavos. Cuando crezca, sere capitan de un gran velero e ire a Liberia. Y tu vendras conmigo, Zorbas. Seras un buen gato de mar. Estoy seguro.

Como todos los chicos de puerto, aquel tambien sonaba con viajes a paises lejanos. El gato grande, negro y gordo lo escuchaba ronroneando, y tambien se veia a bordo de un velero surcando los mares.

Si. El gato grande, negro y gordo sentia un gran carino por el nino, y no olvidaba que le debia la vida.

Zorbas contrajo aquella deuda precisamente el dia en que abandono el canasto que le servia de morada junto a sus siete hermanos.

La leche de su madre era tibia y dulce, pero el queria probar una de esas cabezas de pescado que las gentes del mercado daban a los gatos grandes. Y no pensaba comersela entera, no, su idea era arrastrarla hasta el canasto y alli maullar a sus hermanos:

– ?Basta ya de chupar a nuestra pobre madre! ?Es que no ven como se ha puesto de flaca? Coman pescado, que es el alimento de los gatos de puerto.

Pocos dias antes de abandonar el canasto su madre le habia maullado muy seriamente:

– Eres agil y despierto, eso esta muy bien, pero debes cuidar tus movimientos y no salir del canasto. Manana o pasado vendran los humanos y decidiran sobre tu destino y el de tus hermanos. Con seguridad les llamaran con nombres simpaticos y tendran la comida asegurada. Es una gran suerte que hayan nacido en un puerto, pues en los puertos quieren y protegen a los gatos. Lo unico que los humanos esperan de nosotros es que mantengamos alejadas a las ratas. Si, hijo. Ser un gato de puerto es una gran suerte, pero tu debes tener cuidado porque en ti hay algo que puede hacerte desdichado. Hijo, si miras a tus hermanos veras que todos son grises y tienen la piel rayada como los tigres. Tu, en cambio, has nacido enteramente negro, salvo ese pequeno mechon blanco que luces bajo la barbilla. Hay humanos que creen que los gatos negros traen mala suerte, por eso, hijo, no salgas del canasto.

Pero Zorbas, que por entonces era como una pequena bola de carbon, abandono el canasto. Queria probar una de esas cabezas de pescado. Y tambien queria ver un poco de mundo. No llego muy lejos. Trotando hacia un puesto de pescado con el rabo muy erguido y vibrante, paso frente a un gran pajaro que dormitaba con la cabeza ladeada. Era un pajaro muy feo y con un buche enorme bajo el pico. De pronto, el pequeno gato negro sintio que el suelo se alejaba de sus patas, y sin comprender lo que ocurria se encontro dando volteretas en el aire. Recordando una de las primeras ensenanzas de su madre, busco un lugar donde caer sobre las cuatro patas, pero abajo lo esperaba el pajaro con el pico abierto. Cayo en el buche, que estaba muy oscuro y olia horrible.