1793
1
E1 hospital habia sido construido en el siglo XIV para albergar a las victimas de la peste bubonica. Siempre habia acogido a los indigentes y sin hogar. Naturalmente. ?Por que morir en un hospital si podias permitirte hacerlo en casa? Nadie, ni paciente ni medico, habia tenido la menor esperanza de cura.
Se habia fijado una triste manana de enero para que el nuevo subdirector realizara su visita de inspeccion. El edificio principal estaba compuesto por tres largas salas construidas alrededor de los tres lados de un rectangulo que habia sido el jardin; antiguos senderos de ladrillo dividian lo que ahora era una zona baldia de cristales rotos, escombros y languidas malas hierbas. Alrededor de ese espacio abierto habia un pasillo cubierto, y en el cuarto lado estaban el dispensario, la clinica para pacientes externos, el deposito de cadaveres y demas. En otros edificios exteriores se hallaban las cocinas, un refectorio, la lavanderia, el almacen de lena. A un lado del patio principal, cerca de la verja, habia una capilla (en desuso).
Habian colocado un segundo escritorio en una esquina bastante oscura de la oficina del director, contigua al dispensario. El doctor Ducroix confiaba en que Morel no tuviera inconveniente en compartir la oficina. Estaba lejos de ser lo ideal, por supuesto, pero andaban muy escasos de espacio.
– En absoluto. -Joseph estaba deseoso de complacer, no queriendo que el resentimiento por su nombramiento interfiera en la ejecucion de sus planes. Aunque en las maneras de Ducroix no se detectaba resentimiento alguno: su enhorabuena parecia sincera, su acogida enteramente cordial. Un tipo agradable, Ducroix, y bastante competente. Pero ?energia!, ?entusiasmo! Un hombre necesitaba sin duda estas cualidades para obtener resultados, penso Joseph, limpiandose los anteojos mientras el director se explayaba sobre las disposiciones para una cena que la junta directiva del hospital iba a dar en honor del nuevo miembro.
Por fin se encaminaron a la primera sala.
– Digame, Morel, ?cuando fue la ultima vez que nos visito? Las salas, quiero decir.
– Hara nueve meses.
Ducroix abrio la puerta y se hizo a un lado para dejarle pasar.
La sala habia sido disenada para veinticuatro camas, y dos pacientes por cama era el poco higienico criterio habitual. En esos momentos la ocupaban unas ochenta o noventa pacientes; sentados contra las paredes, o tumbados en el suelo en fardos de telas y sacos de paja, o sobre las mismas baldosas. Aqui y alla, telas de saco colgadas de cuerdas servian de particiones improvisadas. Cinco o seis ninos mugrientos se perseguian, abriendose paso entre los pacientes con loable agilidad mientras eran prodigamente maldecidos. Un perro con una cola en forma de signo de interrogacion se acerco a los recien llegados y les olisqueo las botas.
Cerca, una mujer gemia; Joseph levanto una grasienta esquina de una tela de saco y dejo a la vista a una pareja copulando. Al retroceder de un salto, volco un bacin. El perro se acerco trotando, meneando la cola, para investigar el contenido.
– Como le decia, andamos algo justos de espacio -murmuro Ducroix.
En la oficina del director, Joseph acepto un vaso del armagnac del director y se seco la frente.
– No esta tan mal cuando hace buen tiempo. -El tono de Ducroix era de disculpa-. Muchos acampan en el jardin. Una escena bastante alegre en ocasiones.
– Pero la situacion es imposible. No tenia ni idea de que las condiciones se hubieran deteriorado hasta ese extremo. ?Y dice que la guerra…?
Ducroix se encogio de hombros.
– Es una de las razones del hacinamiento. Ya ha visto a los soldados. Bueno, seria mas exacto llamarlos mendigos, pobres diablos, sus dias de combate han terminado para siempre. Por cierto, ?se ha fijado en la madre Clothilde? En la segunda sala, tomando el pulso a ese hombre.
Joseph recordo a la anciana vestida de marron a quien habia tomado por pariente del paciente.
– ?Esa era la madre Clothilde? No la he reconocido.
– Cuando disolvieron la orden, regreso con su familia. Es bastante rica, ?sabe? Hizo dinero con la construccion de barcos. Pero ella volvio al cabo de unas semanas; me dijo que echaba de menos a sus pacientes y pidio seguir trabajando aqui como voluntaria laica. Tres de sus monjas han hecho lo mismo. Son ellas las que mantienen todo en marcha.
– Habia previsto que las salas tuvieran distintas funciones: dos medicas, una para cirugia.
– Eso seria lo ideal.
– Y nuevos edificios, tipo pabellon, para permitir una buena ventilacion.
– Si, creo que todavia tengo los planos que dibujo.
– Pero…
– Pero no hay dinero, por supuesto. Nunca se ha esperado que los fondos municipales que recibimos cubran los costos, y hace tiempo que se agotaron las donaciones a las Hermanas de la Caridad. Aunque la madre Clothilde sigue presionando en ciertos ambitos (una mujer notable, Morel, y no tiene ningun escrupulo en prometer la salvacion eterna a cambio de un legado) y de vez en cuando recibimos algun regalo, a duras penas bastan para cubrir nuestras necesidades. Dos veces a la semana las hermanas salen a mendigar comida.
Joseph se sento ante el escritorio del director y oculto la cabeza entre las manos.
– ?Y todos esos bebes!
– El indice de natalidad siempre aumenta cuando hay una guerra… hay que atender a los soldados. Tenemos un promedio de dos ninos expositos a la semana. Solian dejarlos fuera de las iglesias; ahora los encuentran fuera del ayuntamiento. El progreso, supongo. -Ducroix dejo el vaso en la mesa-. Por fortuna, la mayoria de ellos no sobreviven.
Joseph se recobro.
– Debo…, debemos tomar medidas. El primer paso es separar a los enfermos de los indigentes. -Cogio una hoja y empezo a tomar notas-. Precisamos fondos para albergar a los veteranos en otra parte y costear su mantenimiento. Lo tratare con las autoridades inmediatamente.
– Hemos estado rechazando los casos de fiebres, o deshaciendonos de ellos si se daban aqui. No hay nada como la fiebre para extenderse de los enfermos a los sanos y matarlos a todos.
– Tenia pensado reservar una de las salas medicas para los casos de fiebre, pero no podemos permitirnos el espacio. -Joseph garabateo con furia-. Una sala para fiebres. ?No podriamos transformar la clinica para eso?
– ?Y que seria de los pacientes externos?
– Ya improvisaremos algo para ellos en la capilla. No me mire asi, solo es un edificio. Necesitara un par de cambios, eso es todo… no puede costar mucho.
El director arqueo las cejas.
– Ventilacion -continuo Joseph-. Si no podemos tener nuevos edificios, debemos tener ventanas… ventanas que se abran, en todas las salas. Siempre he dicho que esos paneles fijos en lo alto de las paredes no sirven de nada. El tufo es indescriptible. ?Conoce mis opiniones sobre el efluvio?
– Con cierto detalle.
– Practicaremos varias ventanas… No veo que eso vaya a arruinar el tesoro municipal. Lo tratare enseguida con Ricard.
– Ah, nuestro nuevo alcalde. Bueno, dificilmente puede mostrar menos interes que su predecesor en nuestros problemas.
Joseph dejo de escribir.
– Debemos dar ejemplo. -Se quito los anteojos y los agito en la cara de Ducroix-. Como sabe, mi cargo supone un estipendio considerable: pedire que el dinero sea desviado al hospital.
Hubo una larga pausa. El subdirector miro expectante al director, que miro con ojos sonadores un grabado que mostraba a un lord corriendo desnudo por las calles de una ciudad asolada por la peste, con un plato de azufre ardiendo en la cabeza.
Finalmente dio un pequeno respingo y saco el reloj del bolsillo.
– Lo que me temia: ya casi son y media. ?Adonde se va el tiempo? Bien, Morel, ha sido de lo mas instructivo y espero saber mas de usted. Pero me temo que ahora debo excusarme… -Se levanto y le tendio la mano-. No le parecera tan mal -anadio con tono tranquilizador- cuando se haya acostumbrado a esto.
Joseph busco en vano una forma educada de decir que eso era exactamente lo que se temia.
2
– El artista -explico Stephen atusandose sin arte alguno los cabellos- es en el fondo una persona solitaria. A fin de describir con sutileza y perspicacia la sociedad debe permanecer aislado de ella, como el medico guarda las distancias con sus pacientes para observar mejor sus sintomas.
El publico parecia abatido.
– Este distanciamiento interior no debe confundirse con una renuncia a la vida propiamente dicha. Al contrario, el artista debe sumergirse en la confusion del mundo, zambullirse en sus profundidades y permitir que sus corrientes lo lleven a donde quieran si su obra ha de encender una chispa en el alma de su projimo, hablarle al corazon con pasion.
El publico se animo.
Era un mes de febrero frio. El hielo cubria ramitas, asia barandillas, apresaba fuentes. Decian que en los campos los pajaros caian del cielo, congelados en mitad de vuelo; que si seguia asi se helaria el mismo rio.
Dadas las circunstancias, la asistencia a la conferencia de Stephen en la Sociedad para la Apreciacion del Arte era halagadoramente considerable.
– Miralas -susurro Claire-, mira a esas ancianas de triple papada y a sus hijas adornadas con diamantes.
Saltaba a la vista que la apreciacion del arte se manifestaba sobre todo entre la poblacion femenina de Castelnau.
– Rechaza sus invitaciones, da clases a unos pocos alumnos selectos y se pasa la mitad del tiempo en Montsignac. El distanciamiento del artista… es irresistible -replico Sophie.
Una senora que sostenia un perrito contra su generoso pecho se volvio y las hizo callar con brusquedad.
– Los inspiradores cambios que han sacudido este pais han abierto el camino del arte en direcciones totalmente nuevas. En lo que se refiere a la evolucion de mi propia obra, he abandonado la esterilidad del clasicismo por un estilo que trata de expresar la emocion en el color, la textura y la eleccion del tema. ?Que precisamos, la estetica anticuada que aconseja el respeto y la veneracion al pasado, o la revolucionaria, que nos apremia a abrazar asombrados y embelesados el futuro?
Los murmullos entusiastas revelaron el triunfo del asombro y el embeleso.
Sophie cerro los ojos para observar mejor sus sintomas. Me beso el 9 de junio del ano 1792. Ahora tengo ocho meses mas, y si volviera a hacerlo manana, estoy segura de que separaria los labios y le cogeria la mano y se la pondria en…