Capitulo V
Situada en el centro de la isla, al pie del cedro gigante, como un gigantesco tragaluz en la base del caos rocoso, la gruta habia conservado siempre una importancia fundamental ante los ojos de Robinson. Pero durante mucho tiempo no habia sido para el mas que la caja fuerte donde acumulaba avaramente lo mas valioso que tenia en el mundo: sus cosechas de cereales, sus conservas de frutos y carnes y mas aun sus cofres con vestidos, sus herramientas, sus armas, su oro y, por fin, en ultimo lugar, en el fondo mas recondito, sus toneles de polvora negra que habrian bastado para hacer saltar a toda la isla. Aunque desde hacia tiempo habia dejado de utilizar sus armas de fuego para cazar, Robinson seguia muy aferrado a aquel polvorin en potencia que podia desencadenar si le apetecia y de donde extraia el consuelo de un poder superior. Sobre aquel trono explosivo asentaba su soberania jupiteriana sobre la isla y sus habitantes.
Pero desde hacia algunas semanas la gruta se cargaba de una significacion nueva para el. En su segunda vida -la que comenzaba cuando soltando la carga de sus atributos de gobernador-general-administrador detenia la clepsidra- Speranza no era ya un dominio que tenia que administrar, sino una persona de naturaleza indiscutiblemente femenina, hacia la que se sentia inclinado tanto por sus especulaciones filosoficas como por las necesidades de su corazon y de su carne. Desde ese momento se preguntaba confusamente si la gruta seria la boca, el ojo o algun otro orificio natural de aquel gran cuerpo y si consumada su exploracion no iba a conducirle a algun repliegue oculto que pudiera responder a algunas de las preguntas que se planteaba.
Mas alla del polvorin, el tunel se prolongaba en un pasadizo de inclinada pendiente, donde jamas se habia adentrado antes de lo que denominaba su periodo telurico . La empresa presentaba, es cierto, una dificultad mayor: la de la iluminacion.
Introducirse en aquellas profundidades con una antorcha de madera resinosa en la mano -y no disponia de ninguna otra cosa- era correr un riesgo notable, dada la proximidad de los barriles de polvora, ya que ni siquiera estaba seguro de que algo del contenido de los mismos no se hubiera derramado por el suelo. Ademas, saturaria con irrespirables humaredas el aire enrarecido y estancado de la gruta. Como habia tenido que abandonar tambien el proyecto de taladrar una chimenea que diera aire y luz al fondo de la gruta, no le quedaba mas que asumir la oscuridad , es decir, plegarse con docilidad a las exigencias del medio que queria conquistar, idea que desde luego no se le habria ocurrido unas semanas antes. Pero al haber tomado conciencia de la metamorfosis en que se hallaba comprometido, estaba ya dispuesto a imponerse las mas rigurosas transformaciones para responder a lo que tal vez era una nueva vocacion.
Intento primero muy superficialmente habituarse a la oscuridad para poder progresar tanteando en las profundidades de la gruta. Pero comprendio que aquel proposito era vano y que se imponia una preparacion mas radical. Habia que superar la alternativa luz-oscuridad en la que el hombre esta normalmente encerrado, y acceder al mundo de los ciegos, que es completo, perfecto, menos comodo de habitar que el de los videntes, desde luego, pero en absoluto amputado de toda su dimension luminosa e inmerso en las siniestras tinieblas, como lo imaginan los que tienen ojos. El ojo que crea luz inventa tambien la oscuridad, pero el que no tiene ojos ignora la una y la otra y no sufre por la ausencia de la primera. Para aproximarse a ese estado no habia mas que permanecer inmovil durante largo rato en lo negro, cosa que hizo Robinson, rodeado de galletas de maiz y de picheles que contenian leche de cabra.
La mas absoluta calma reinaba en torno suyo. Ningun ruido llegaba hasta el fondo de la gruta. Sin embargo, sabia de antemano que la experiencia prometia ser un exito porque no se sentia en modo alguno separado de Speranza, sino que, por el contrario, vivia intensamente con ella. Encogido contra la roca -los grandes ojos abiertos en las tinieblas-, veia el blanco romper de las olas en todas las playas de la isla, el gesto protector de una palmera acariciada por el viento, el resplandor rojo de un colibri en el verde cielo. Sentia en todos los atracaderos el frescor humedo de la arena que la marea al descender habia dejado al descubierto. Un cangrejo ermitano aprovechaba para tomar aire en el umbral de su concha. Una gaviota de negra cabeza bajaba en picado para picotear un catodonte agazapado entre las algas rojas que la resaca revestia con su enves tostado. La soledad de Robinson era vencida de manera curiosa -no lateralmente - a primera vista y como de pasada, como cuando uno se encuentra en una multitud o con un amigo, sino de forma central, nuclear en cierto modo. Debia hallarse en las cercanias del foco de Speranza, de donde partian radialmente todas las terminaciones nerviosas de aquel gran cuerpo, y hacia el cual afluian todas las informaciones llegadas de la superficie. Igual que en algunas catedrales hay a menudo un punto desde donde pueden escucharse, por el juego de las ondas sonoras y sus interferencias, los ruidos mas insignificantes, tanto si provienen del abside como del coro, del triforio o de la nave.
El sol declinaba lentamente hacia el horizonte. A ras de la masa rocosa que coronaba la isla abria la gruta su gran boca negra que se redondeaba como un enorme ojo sorprendido, apuntando hacia la lejania. En poco tiempo la trayectoria del sol le llevaria a colocarse en el eje exacto del tunel. ?Se iluminaria entonces el fondo de la gruta? ?Durante cuanto tiempo? Robinson no iba a tardar en saberlo y, sin poder darse ninguna razon, atribuia una extraordinaria importancia a este encuentro.
El acontecimiento fue tan rapido que se pregunto si no habria sido victima de una ilusion optica. ?Era que un simple fosfeno habia formado tal vez un destello tras sus parpados o realmente un resplandor habia atravesado la oscuridad sin apenas herirla? El habia esperado que se levantara un telon, una aurora triunfal. Y aquello no habia sido mas que un chispazo de luz en la masa tenebrosa que le banaba. El tunel debia ser mas largo o menos rectilineo de lo que habia creido. Pero ?que importaba? Las dos miradas habian chocado: la mirada luminosa y la mirada tenebrosa. Una flecha solar habia traspasado el alma telurica de Speranza.
A la manana siguiente se produjo el mismo resplandor, y luego volvieron a pasar otras doce horas. La oscuridad se mantenia constante, aunque ya no producia en torno suyo aquel ligero vertigo que hace tambalearse al caminante privado de puntos de senalizacion visuales. Se hallaba en el vientre de Speranza como un pez en el agua, pero, sin embargo, no llegaba a acceder a ese mas alla de la luz y de la oscuridad en el que presentia que accederia al primer umbral del mas alla absoluto. ?Era quiza necesario someterse a un ayuno purificador? Por otra parte, no le quedaba mas que un poco de leche. Se recogio aun durante otras veinticuatro horas. Luego se levanto y sin vacilacion ni miedo, sino fortalecido por la solemne gravedad de su empresa, se dirigio hacia el fondo del pasadizo. No tuvo que vagar demasiado tiempo para encontrar lo que buscaba: el orificio de una chimenea vertical y muy estrecha. Inmediatamente intento, sin exito, deslizarse a traves suyo. Los muros estaban pulidos como si fueran de carne, pero el orificio era tan angosto que permanecia alli prisionero con medio cuerpo atrapado. Se desvistio y luego se froto el cuerpo con la leche que le quedaba. Entonces se hundio -la cabeza primero- en el gollete y esta vez si: se deslizo lenta pero regularmente, como el bolo alimenticio en el esofago. Tras una caida muy dulce que duro algunos instantes o algunos siglos, cayo de bruces en una especie de cripta exigua en la que no podia mantenerse de pie mas que a condicion de bajar su cabeza en la entrada del pasadizo. Se dedico a palpar minuciosamente la cueva en donde se encontraba. El suelo era duro, liso, extranamente tibio, pero los muros presentaban sorprendentes irregularidades. Habia alli mamas lapidadas, verrugas calcareas, hongos de marmol, esponjas petrificadas. Mas adelante, la superficie de piedra se cubria de un tapiz de papilas encrespadas que se hacian cada vez mas densas y espesas a medida que se aproximaba a una gran flor mineral, una especie de concrecion de yeso, bastante semejante, por su complejidad, a las rosas de arena que se encuentran en algunos desiertos. Emanaba de alli un perfume humedo y ferruginoso, de una acidez reconfortante, con un resto de amargor azucarado que evocaba la savia de la higuera. Pero lo que mas atrajo a Robinson fue un profundo alveolo de unos cinco pies aproximadamente que descubrio en el rincon mas apartado de la cripta. Su interior estaba perfectamente pulimentado, pero curiosamente retorcido, como el fondo de un molde destinado a «informar» algo mucho mas complejo. Ese algo, Robinson no lo dudaba, era su propio cuerpo y tras numerosos ensayos termino efectivamente por encontrar la posicion -acuclillado sobre si mismo, las rodillas junto al menton, las pantorrillas cruzadas, las manos colocadas en los pies -que le aseguraba una insercion tan exacta en el alveolo que, en cuanto la hubo adoptado, olvido los limites de su cuerpo.
Se hallaba suspendido en una eternidad feliz. Speranza era un fruto que maduraba al sol, cuyo hueco desnudo y blanco, recubierto por mil capas de corteza, de cascara y de peladuras, se llamaba Robinson. ?Que inmensa era su paz, alojado asi en lo mas secreto de la intimidad rocosa de aquella isla desconocida. ?Y habia habido alguna vez un naufragio en aquellas orillas, alguien salvado de aquel naufragio, un administrador que cubrio su tierra de cosechas e hizo multiplicar los rebanos en sus praderas? ?O mas bien aquellas peripecias no eran mas que el sueno sin consistencia de la pequena larva blanda agazapada por toda la eternidad en aquella enorme urna de piedra? ?Que era el, sino el alma misma de Speranza? Se acordo de las munecas rusas encajadas unas en otras: estaban completamente huecas y se desgajaban chirriando entre si, salvo la ultima, la mas pequena, la unica llena y pesada, nudo y justificacion de todas las demas.
Quiza se durmio. No habria sabido decirlo. Hasta tal punto la diferencia entre la vigilia y el sueno se habia borrado en el estado de inexistencia en que se encontraba. Cada vez que rogaba a su memoria que hiciera un esfuerzo para tratar de evaluar el tiempo que habia transcurrido desde que descendiera a la gruta, se le presentaba solamente la imagen de la clepsidra detenida con una insistencia monotona. Se dio cuenta de que el resplandor luminoso que marcaba el paso del sol por el eje de la gruta se repitio una vez mas y poco despues se produjo un cambio que le sorprendio, aunque hacia tiempo que esperaba algo asi: de pronto la oscuridad cambio de signo . El negro en que se hallaba sumergido viro hacia el blanco. A partir de ese momento flotaba en tinieblas blancas, como un cuajaron de nata en un cuenco de leche. ?No habia necesidad acaso de frotar con leche su gran cuerpo blanco para poder acceder a aquella profundidad?